Paisaje de un eros arrasado explora los estados de agotamiento y los desórdenes del gesto asociados al advenimiento de la condición neliberal y sus impertativos de rendimiento y productividad.
La propuesta funciona como un cuadro nosográfico que alude a las patologias y [des]órdenes de psicomotrices propios del neoliberalismo, cristalizando en una coregrafía del colapso, la desorientación y la crisis de sentido.
A través de la metáfora del motor perpetuo el cuerpo del intérprete funciona como una corporeización del mandato neoliberal, y alcanza un estado de paroxismo y pérdida de control que lo despoja de gobierno de si.